¿Se imaginan su vida sin vista ni oído? Por unos instantes, la sala de cristal del Palacio de Exposiciones y Congresos Ciudad de Oviedo se quedó en completo silencio y oscuridad. Los más de 300 asistentes al acto de entrega de los IX Premios Luis Noé Fernández experimentaron, durante unos segundos, la sensación de no disponer de dos sentidos que, aparentemente, nos resultan imprescindibles. “¿Se sienten solos, aislados, incapacitados?”, les hizo reflexionar una voz en off.
A lo largo de la entrega de los galardones, estas y otras muchas preguntas quedaron más que respondidas. La Asociación de Sordociegos de Castilla y León (ASOCYL), representada por su presidenta, Patricia Zorita; su hermano, José Luis Zorita (ambos sordociegos por el Síndrome de Usher), y sus mediadores Raquel Salgado, José Vicente Guerra y Juan Carlos Santiago, pusieron cara a una realidad para muchos aún desconocida: la sordoceguera, una doble discapacidad que afecta a miles de personas en nuestro país (pero de la que todavía no existe un censo oficial).
Patricia Zorita explicó, a través de su mediadora, cómo es la vida de una persona sordociega. Tanto ella como su hermano nacieron sordos y, en la adolescencia, fueron perdiendo la vista poco a poco. “Podía haber escogido quedarme en casa llorando, pero decidí tratar de vivir como los demás”. Una entrevista reveladora en la que, además, Patricia explicó la labor de ASOCYL mientras en las pantallas se proyectaron imágenes de las actividades que se organizan en la asociación. Una de las que más llamó la atención fue el seguimiento de un partido de fútbol. “El mediador va guiando a la persona sordociega, a través del tacto, por un tablero que simula un campo de fútbol. Así puede saber en qué zona se encuentra el balón en cada momento”.
Un año más, hubo tiempo para viajar al pasado y recordar dos proyectos premiados en años anteriores. En esta ocasión, las entidades recordadas fueron el Grupo de Probióticos y Prebióticos del Instituto de Productos Lácteos de Asturias (IPLA-CSIC), galardonado en la categoría de Nutrición en 2014, y la ONGD Infancia sin fronteras, que recibió el premio de Lucha contra el hambre en 2015. Sus responsables, Miguel Gueimonde y Esteban Lastra, compartieron una animada entrevista en la que repasaron la evolución de los proyectos a lo largo de este tiempo y se emocionaron recordando el momento en que recibieron este reconocimiento.
El momento central del acto lo protagonizaron, como podía ser de otro modo, los premiados de esta IX edición. El Grupo de Investigación de Epidemiología Molecular y Ambiental del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Oviedo, con la catedrática Adonina Tardón al frente, subió al escenario para recibir su galardón, en la categoría de Nutrición, y pronunciar un discurso marcado por el compromiso con el desarrollo sostenible y su relación con la salud.
La entidad galardonada en la categoría de Lucha contra el hambre, la Fundació Guné, estuvo representada por su directora, Mònica Solé, y su responsable de Fundraising, Amanda Lozano. Ambas subieron a recoger el premio y reivindicaron el papel de la mujer y la importancia de su autonomía y empoderamiento para el desarrollo de la zona de Senegal en la que se ubica el proyecto reconocido, y para todo el continente africano. Como cada año, varios usuarios de la Asociación Down Principado de Asturias participaron en los Premios como auxiliares de sala entregando el diploma y la obra de arte a los galardonados.
El objetivo de la Fundación Alimerka en este noveno acto de entrega de los Premios Luis Noé Fernández era dar voz a “nuestros vecinos invisibles”, poner luz sobre realidades que, en ocasiones, pasan desapercibidas para la mayoría de nosotros. Además de la historia de Patricia y José Luis, de ASOCYL, también se compartieron los testimonios de Rafel , usuario de AFESA Asturias, enfermo mental desde hace varios años; Tatiana, trabajadora de Alimerka con discapacidad intelectual ligera o inteligencia límite y usuaria de Down León – Amidown, y Juan Rico, padre de Guille, un joven que falleció de cáncer a los 18 años de edad. Este último fue el encargado de pronunciar unas cariñosas palabras, ante un público muy emocionado, con las que se cerró el acto. En su intervención, Rico hizo alusión a una tradición oriental que consiste en reparar los objetos rotos (una vasija, por ejemplo) rellenando sus grietas con oro y plata. Así, en lugar de tratar de ocultar los defectos y grietas, estos se acentúan y celebran, “convirtiéndolos en prueba de la imperfección y la fragilidad, pero también de la resiliencia: la capacidad de recuperarse y hacerse más fuertes.”
Álbum de fotos de los IX Premios Luis Noé Fernández, por Marcos Vega.